domingo, 11 de noviembre de 2007

A veces me pregunto, ¿por qué soy docente?

Los docentes no somos perfectos, somos personas. Falibles como cualquiera. Siempre se espera que seamos un ejemplo de virtudes. ¿Debe ser así? ¿Realmente es así? No intento vender esa imagen, por lo mismo que dije anteriormente, soy una persona, como cualquiera de ustedes. Sí intento dar lo mejor de mí. Y a veces no se puede. Tengo altibajos, a veces estoy eufórica por lo que hacemos y otras, ante la indiferencia, vuelvo a preguntarme ¿por qué soy docente si mis alumnos me miran como si de pronto me hubieran caído encima toneladas de años? Obsoleta. Vieja. Así, me siento en esos momentos. Entonces, ¿qué hacer? ¿Dejarme vencer como muchos de mis colegas? Ojalá no me gane la mansedumbre ni la conformidad. Pero no es fácil. Ustedes no vienen con "manual de uso", porque no son electrodomésticos. Cada uno es diferente y yo también.
Sí, a veces o muchas veces, me pregunto ¿por qué soy docente? La respuesta es siempre la misma. Porque sueño. El docente es un soñador. Piensa que es al lado de los alumnos donde el mundo empieza a dejar de ser injusto. Donde es posible construir algo diferente. Un lugar seguro para los que amamos. Quizás lo que debería unirnos debería ser precisamente ese sueño, sueño que mientras sea individual carece de sentido; el mundo debería ser justo para todos, no para algunos. Si piensan así, estaremos en el mismo barco, sólo hay que empezar a remar, y para remar hay que hacerlo juntos y requiere esfuerzo, un deseo y un destino.
¿Se embarcarán conmigo?

No hay comentarios: