viernes, 22 de febrero de 2008

Diario del regreso. Parte I: El sentido.


Esta mañana sonó el despertador y lo desconocí. No podía identificar de dónde provenía el sonido que veía - juro que veía- atravezar por el laberinto de mi oído. Cuando logré recordar el sonido, estuvo todo dicho. Miré con un ojo el reloj: 6:55. Guau! Hacía mucho tiempo que no miraba el reloj con la certeza de que era para mí, y que mi cuerpo no acusaba recibo del mensaje implícito. " ... Diez minutos más" - me dije- y cerré los ojos con buen resultado. Cuando los volví a entreabrir ya era las 7:15. Me repetí la misma frase con más convicción. Y sí , lo logré nuevamente, esta vez , a través de mis pestañas vi las 7:40. Nuevamente GUAUU! ¡Ocho menos veinte! ¿Desayuno? ¿NI HABLAR! Pero me tengo que pintar... Me puse la misma ropa que usé anoche para cenar en casa de Cristina. No había tiempo para revolver el ropero. El paso por el baño fue justo y necesario, tardé un poco más en mojarme el pelo y ponerme una crema para peinar. Juro que no me explico porque mis rulos estaban más cerca del techo, más de lo habitual., se los aseguro. Tomo coraje y me pinto los ojos y apenas los labios. Los anteojos oscuros cubrirán las imperfecciones.
El semáforo de la esquina de Chacabuco me demora. ¿Por qué están en rojo todos los semáforos? ¿por qué no está el mío, al menos, en verde? No tendría que explicar la llegada tarde.
8:03. Ya es tarde. Igual decido el camino de las tres plazas. Amo la plaza mayor. Caminarla durante una hora a la mañana, hizo que aspirara el aire del pasto recién cortado cuando paso por ella. Dos días tardan en cortarlo.
Sigo y llego. No hay nadie. "Seguro que había que presentarse a las nueve y lo olvidé! Como siempre." Acaba de quebrárseme el cuerpo. Ya no lo gobierno. Piloto automático e ingreso. Efectivamente, era a las 9:00.
Me dejo estar en la cocina con Ana que no ha dormido. Su ex tiene pareja. Llega Lizzy que tampoco durmió temiendo quedarse dormida. Las tres en la cocina, sin mate y charla de por medio. Tema: las vacaciones. No sé porqué me siento ajena. "Bronceadita, eh?" "Sí -replica la otra-, de mar ¿no? Ese color es mar." "Sí.", digo. Y lo añoré.
Y ahora, ¿qué?
Más tarde llegan los demás. Los besos, los abrazos, la alegría del recuento. Susana ya es abuela. ¡HABLAN TODOS JUNTOS! Había olvidado esto, en esta escuela mis compañeros suenan a gallinero alborotado. No me acostumbro al buyanguerío, veo bocas que se abren y cierran sin cesar. Casi no hablo, tengo la sensación de que si intento imponer mi voz, quedaré disfónica sin remedio. Asiento con la cabeza muchas cosas que no escucho, espero no ser parte de una conspiración golpista. Luego, la reunión de personal, las estrategias para solucionar los problemas heredados del año anterior. Dos compañeras del Primer ciclo recobran antiguas furias. También olvidé esto. A mí me quieren matar. Pido disculpas por una masacre de láminas que hicieron mis alumnos en la Maratón de lectura del año pasado. Consigo que se calmen y se conformen. Les propongo dividir el aula y que me dejen algunas dos paredes en blanco para que mis alumnos se expresen. Les hablo del impacto visual y de cuando se deja de comunicar cuando se exagera la propuesta. Me escuchan, pido disculpas nuevamente. Ese día cayó piedra en seco, "más grande que un huevo de gallina", dijo el periódico. Se hizo difícil el control sobre los materiales. Todos los chicos querían recoger piedras. Se relajan.
Sigue todo, al parecer el Tercer ciclo somos la encarnación del Diablo. Aún no comprenden. No voy a esperar que lo hagan. Pero hay que cambiar cosas. Propongo sentarnos en serio a replantear el tema disciplinar. Los viejos métodos no dan resultado y tampoco se trata de volver a un régimen autoritario que lejos de resolver problemas, los agudiza y nos enloquece. Nunca compartiré muchas de las ideas que tienen. En la reunión que se plantee debo ser diplomática. Sé llevar agua al molino.
Termina todo. Nos vamos. El lunes 9:30 de la mañana examen de Lengua.

En la otra escuela todos se miran a la cara alrededor de la mesa de la sala de profesores. Menos alegría y gran desconcierto. Renunció la Directora. "Menos mal", me digo. La situación no daba para más. ¿Hay aumento de sueldo?" Parece que sí a nivel nacional, Rodríguez Saá no quiere. No están conformes. No me interesa. No logro asentar los pies, ni intervenir en la conversación. Me siento tan lejana. Pienso cómo seguir Botella al mar. Tengo mis ideas. Cómo convocar a más alumnos y lo tengo, el 10 será la presentación de bienvenida. Tengo la meta. Pienso en la posible ponencia de mayo en Buenos Aires en la Feria del Libro. Ojalá interese el proyecto. Pienso cómo abrir Botella. Llama Carlos. ¡Eso es! ¡Carlos! Sé cómo. "Fijate si te hacés dos días para viajar conmigo." Logro cambiar los horarios de un examen. Me iré con Carlos, la pasamos tan bien juntos.
¡Bárbaro!Recobro el sentido. Eso es. El sentido de todo. La razón. El por qué soy lo que soy y hago lo que hago. Empiezo a sentir la tierra a mis pies. Sé qué tengo que hacer.